Los jugadores no paran de quejarse de los ritmos infernales. La industria del fútbol ha logrado un prodigio: convirtiendo a los jugadores en robots, nos ha convertido a nosotros en máquinas.
Todo bien por aquí, nos divertimos, contamos viejas historias mientras echamos un vistazo al marcador. Que maravillas tardes de fútbol con amigos. Venga, a por otra cerveza. Y de repente, el colega se levanta al estilo ‘Festen’ y suelta una bomba. Esto no tiene sentido «(un jugador no puede jugar) 60 o 70 partidos. Entre 40 y 50 partidos, un jugador puede competir al más alto nivel. Después, disminuyes porque no es posible mantener su nivel físico. Debemos cuidarnos, somos los protagonistas de este deporte, o de este negocio, sin importar cómo lo llames.» Tranquilo Rodri, siéntate. Venga tomate otra cerve. No, el amigo continúa «Si preguntas a cualquier jugador, te dirá lo mismo, es una opinión generalizada entre los jugadores, no solo la de Rodri. Si esto continúa así, llegará un momento en que no tendremos otra opción que parar todo.» Bueno. Antes de volver al fútbol, bajemos un poco el volumen y saquemos chupitos.
Extraño karma.
A primera vista, la vox populi firmaría gustosamente las palabras del jugador con ambas manos: jugamos demasiado. Ya no podemos más. Ni siquiera necesitamos justificarlo. Cada ligamento que se rompe va seguido de una ola de lamentos. En España lo llaman el ‘virus FIFA’ (que se propaga tan rápido como las malas ideas de su presidente). En Francia, más sutilmente, hablan de la ‘locura de los calendarios’ (así que, conclusión totalmente francesa, la culpa es de la administración). Afortunadamente, en el centro de Europa, están los suizos para enfriarnos.
Al leer una sola frase de un estudio publicado en verano por el Centro Internacional de Estudios Deportivos de Neuchâtel, Europa bajó la voz. ‘Entre 2012 y 2024, el número medio de partidos por club y temporada se mantuvo estable, justo por encima de los 40. Solo el 5% de los equipos juegan en promedio más de 60 partidos por temporada (sin contar los amistosos).’ Conclusión del karma: Rodri dejó su rodilla unos días después en el césped del Etihad. Las cadencias denunciadas solo son propias de un puñado de privilegiados. Mala suerte para ellos, parece susurrar el estudio del CIED al oído del mal pensante.
Los males en -ción
Pero entonces, ¿de dónde viene el agotamiento denunciado (y sentido) por Rodri (y por aquellos que lo admiran) si no es una realidad estadística objetiva? De una idea paradójica. No es el número de partidos lo que ha aumentado, sino su naturaleza. Explicamos. Al fútbol le ha pasado lo que le pasó a todas las artes populares. De práctica aislada y marginal, en unas pocas décadas se ha convertido en el juego del mundo entero (Valdano habla de ‘juego infinito’). Poco a poco ha abandonado el campo de la artesanía para entrar, a marchas más o menos forzadas, en el campo de la industria. Ha ganado cuotas de mercado, ‘modelos de negocio’ y profesionalización. Preparación, administración, competición, difusión, organización, formación: el fútbol es infinitamente más profesional en 2024 que en 1994. Pero esta industrialización ha sufrido los mismos males en -ción que sus predecesores: estandarización, saturación, deshumanización.
Para hacerse una idea visual de esta transformación mayor, recordamos a Chaplin en Tiempos Modernos enganchado a una cadena de montaje que le obliga a atornillar, atornillar y atornillar sin descanso. Preso de espasmos, su cuerpo ya no parece pertenecerle. Como la cadena de montaje le impone un ritmo, ya no solo pierde el control sobre su tiempo, sino también sobre sus movimientos, su cuerpo, su metabolismo (un robot lo alimenta) hasta acabar devorado por el mecanismo. El sueldo de un futbolista profesional está lejos del de un obrero en una cadena de montaje, pero su cuerpo, en cambio, se le parece cada vez más. Esa es la premisa secreta en la que se basa esta industria y la explicación de la omnipresencia de la metáfora mecánica en el fútbol: el jugador ya no es un hombre que juega al fútbol, sino una máquina que aplica instrucciones y provoca emociones.
Tuberías de imágenes
Aún más preocupante, esta deshumanización del juego no solo afecta a los jugadores, sino también, y sobre todo, a quienes los miran. El presidente de la Liga francesa, Vincent Labrune, ha proclamado recientemente que quiere interesar al fanático del fútbol «toda la semana, no solo los fines de semana». Sin duda, los mercadólogos nos sueñan escondidos en el baño haciendo equipos en móvil; sin duda, esperan que abandonemos a nuestros hijos, nuestras deudas, nuestros proyectos de películas, libros o vacaciones para poder suscribirnos al proveedor de turno. Pero, ¿qué idea se están haciendo los mercaderes del Templo de nosotros?
Rodri tiene razón. Al pasar del ámbito del arte al del producto, el fútbol ha cambiado su ritmo de producción. Ha pasado de ser algo duradero a ser efímero, de lo esencial a lo superfluo, de la ola a la espuma. Perdidos en este fútbol de multiplex (ahora ofrecido en plena semana), nos hemos convertido en tuberías de highlights, en robots que registran resultados. Todo entra, todo sale, nada permanece. O si lo hace, muy poco. Y por muy poco tiempo.
Dime, Rodri, ¿para cuándo la huelga de los espectadores?
Thibaud Leplat
articulo original en francés : aqui