El dilema del fútbol en medio de la catástrofe: ¿solidaridad o evasión?

Cada vez que ocurre una catástrofe, el fútbol sale señalado. Tras las terribles inundaciones en Valencia, La Liga no se suspendió. Pregunta profunda: ¿es el fútbol algo serio?

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¿Debe el fútbol continuar cuando el pueblo deja de jugar? Las escenas apocalípticas han invadido las timelines y las notificaciones en España. La tragedia que se desarrolla desde la noche del martes en Valencia trae consigo imágenes de un juicio final. Las escenas son desgarradoras. Aquí, la multitud lanza barro a sus políticos. Allí, cae en los brazos de monarcas impotentes. En otro lugar, llora preguntándose cuántos cadáveres más habrá que contar (214 muertos hasta ahora). Hay algo conmovedor en ver a las multitudes organizarse contra la desgracia que acaba de golpearlas.

En medio de la desesperación, el fútbol ha cambiado de forma. Los estadios se han convertido en almacenes de alimentos no perecederos (Levante). Los entrenadores tienen el rostro de una región devastada (Vicente Moreno, entrenador valenciano de Osasuna, que se derrumba en una rueda de prensa), un club madrileño (el Atlético) toca el himno de Valencia en su estadio antes de un partido. Algunos jugadores se visten como empleados de limpieza (Vicente Iborra, Hugo Duro, Tino Costa, Roberto Soldado…) y vuelven a ser miembros anónimos del equipo de los náufragos del barro. En el corazón de las tinieblas, el campeonato ya no tiene ningún sentido. Sin embargo, la competición se ha mantenido en el resto del país. Tebas dijo “el mejor mensaje es no detenerse, salvo en las zonas afectadas”. Muchos se indignaron. Sin embargo, tiene razón.

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La relación entre Luis Enrique y los medios de comunicación

¿Cuál es la diferencia entre el trabajo de un entrenador y el de un periodista? Ninguna, en ambos casos, la misión consiste en comentar el trabajo de otros. Luis Enrique, otro reportero del montón .

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11S, Le Pen, Vox, cambio climático, salvajismo, pérdida de autoridad, despolitización, violencia en los estadios, impunidad de los ultras, Procés, despilfarro político, desinterés por el fútbol, piratería, deuda pública, Mediapro, COVID, la guerra en Yemen: es simple, al final de cualquier conversación siempre es culpa de los mismos, «los periodistas». Ya sea porque hablan mal de un tema del que «no saben nada», o porque no hablan de algo que claramente importa. Pero ojo, no estamos aquí para llorar. Ser responsable de todos los males del mundo tiene un punto casi euforizante. Basta con escuchar a un pressófobo como Luis Enrique para salir hasta motivado. El razonamiento es implacable: si todo es culpa de los periodistas, entonces los periodistas deben gobernar el mundo, ¿no? Q.E.D.

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